Nuestra historia habla desde el punto de vista de una Foca Blanca llamada Pía, que ha visto su hogar ser destruido poco a poco por las acciones humanas. Tiene una reflexión sobre la importancia de cambiar nuestras acciones o formas de consumo, para así proteger a nuestro planeta.
LOS PEDAZOS DE MI HOGAR
Todo comenzó cuando su basura llegó a nuestro hogar. Era un día más como cualquier otro, con el sol acariciando nuestra existencia. Mi familia y yo seguíamos nuestra rutina diaria. Después de comer un delicioso pescado con moluscos, salimos a nadar por el hermoso Océano Atlántico, pero fue entonces cuando nos dimos cuenta de que alguien se había quedado atrás. Era nuestro pequeño amigo Flou, quién apenas había comenzado su nadar por esta injusta vida. Su aleta había quedado atrapada en una cosa extraña que nunca antes habíamos visto por ahí. Tiempo después nos enteramos que era un tipo de plástico usado por ellos. Ese día, Flou perdió su aleta, su llanto por las noches nos recordaba cuánto le dolía nadar. A todos nos dolía ver a Flou así; solía ser la foca blanca más cariñosa y amable que nunca antes habíamos visto, pero su bondad se transformó en resentimiento.
Pocos días después, encontramos más y más basura en nuestro Océano. No sabíamos de dónde venía ni por qué estaba allí, pero hacía más difícil nadar por nuestro hogar. El consejo se reunió para tomar una decisión; un grupo de valientes focas blancas iría a investigar de dónde provenía esta gran atrocidad. Se estimaba que volverían en 3 semanas, pero no lo hicieron. Los esperamos, pero nunca los vimos llegar, en ese entonces, no teníamos idea de lo que les habían hecho.
Luego llegó algo peor. La temperatura empezó a aumentar. Al principio, nadie le dió importancia aunque cuando el hielo desapareció, fue inevitable poner atención. Con mis propios ojos vi como los bellos glaciares que por mucho tiempo alumbraron nuestro camino, empezaban a caer en pequeños y casi insignificantes pedazos. Entonces mi corazón se llenó de dolor que pronto se convirtió en un fuego llenó de resentimiento. Con el paso de los días, la esperanza se desvaneció en nuestra familia. Los días que solían ser motivo de alegría ahora eran días donde preferíamos no existir. Nos acostumbramos a vivir de esa forma, si es que se puede decir que eso era vivir, ya no nadabamos ni comíamos como en aquellos viejos y buenos tiempos.
Fue entonces cuando llegaron los barcos y nos dimos cuenta que nuestra vida nunca volvería a ser la misma. Tocaron nuestra tierra como si les perteneciera. Primero, se llevaron a las focas blancas recién nacidas, diciendo que las estaban “rescatando” del desastre, un desastre que ellos mismos habían provocado. Regresaron por más, prometiéndonos que algún día volveríamos a lo que solía ser nuestro bello hogar. En uno de esos acuarios encontré al grupo de valientes focas que no regresaron. Me contaron que, durante su viaje, se encontraron con seres que se dicen llamar humanos, veían como tiraban esos plásticos que dañaron tanto a Flou, sin importarles que su basura llegaría a nuestro hogar. Fueron capturados por los mismos que bajaron de esos barcos y condenados a vivir en cautiverio cuando estaban destinados a vivir con libertad.
Yo soy Pía, una foca blanca que vio su hogar ser destruido por la humanidad, a pesar de que no solo es mi hogar, sino también el suyo. Esta es mi historia, y como esta hay muchas más que merecen ser contadas. Solo espero que algún día ya no haya más historias como esta.
Fatima Mendoza Mendoza
Jimena Mendoza Mendoza
4° ESO
Colegio Madrid (México)